ELEMENTOS FORMALES Y
COMPOSITIVOS
La forma es la apariencia sensible de las cosas y la forma artística es la que surge de las
manos del artista creador. En el proceso de creación, la forma se une a la materia
sin la cual, como dijimos anteriormente, la primera no existiría.
Las formas arquitectónicas constituyen,
como las pictóricas o las escultóricas, un lenguaje que contiene la posibilidad
de transmitir mensajes. Los
elementos formales básicos del lenguaje
arquitectónico son la columna, el
pilar, el arco, la bóveda, los dinteles, las molduras, etc. Todos ellos
forman parte de sistemas constructivos determinados (adintelado,
abovedado...) y, a su vez, de lenguajes arquitectónicos concretos. Al modo en
que cada uno de estos lenguajes arquitectónicos se articulan y se aplican
podemos denominarlo estilo.
La forma y sus lecturas
La
arquitectura, como todas las artes plásticas, presenta unas determinadas
formas físicas plasmadas en diferentes materiales. En la arquitectura estas
formas son puras, no figurativas, salvo en el caso de elementos decorativos,
por lo que han de ser valoradas por ellas mismas, sin cabida para la
interpretación a base de identificaciones con la realidad y la apariencia, como
ocurre con determinadas tendencias de la pintura y la escultura.
El
estudio de las formas arquitectónicas puede realizar-se según métodos diversos.
Rudolf Arnheim, por
ejemplo, propone un análisis basado en la mera percepción: «Un edificio es en
todos los aspectos un hecho del espíritu humano. Una experiencia de los
sentidos, de la vista y del sonido, tacto y calor, frío y comportamiento
muscular, así como de los pensamientos y esfuerzos resultantes.» En definitiva,
para Arnheim las formas tienen un determinado efecto
psicológico sobre quien las contempla, efecto derivado de sus intrínsecas
cualidades expresivas: así, la línea horizontal comunica estabilidad, la
vertical es símbolo de infinitud, de ascensión; una voluta ascendente es
alegre, mientras que si por el contrario es descendente comunica tristeza; la
línea recta significa decisión, fuerza, estabilidad, mientras que la curva
indica dinamismo, flexibilidad; la forma cúbica representa la integridad, el
círculo comunica equilibrio y dominio, mientras que la esfera y la semiesfera
(cúpulas) representan la perfección. La elipse, por su parte, al contar con dos
centros comunica inquietud, inestabilidad.
Otro
sistema de análisis formal es el de la
visibilidad pura de Heinrich Wolfflin, quien realiza el análisis de cualquier obra de arte a partir de cinco pares de conceptos
opuestos. Este método ha sido también aplicado corrientemente a la pintura
y a la escultura, siendo su uso menos habitual en manos de la crítica
arquitectónica. Las parejas de conceptos mencionados son las siguientes: lineal-pictórico,
superficial-profundo, forma cerrada-forma abierta, múltiple-unitario, claridad
absoluta-claridad relativa. Veamos a continuación el significado y la
aplicación que estos pares de conceptos tuvieron, en su momento, en el campo
del análisis arquitectónico.
Lineal-pictórico.
Extrapolando
estos conceptos a la arquitectura tendríamos que la arquitectura lineal es aquella cuyas superficies están dominadas
por la línea, por las formas de contornos limpios y precisos. A nivel tectónico
poseen un volumen principal, un tema absolutamente preeminente. En ellas, la
luz y la sombra están al servicio de la forma y sólo existen por su vinculación
con ésta Partenón, siglo y a.C., Atenas). La arquitectura pictórica,
por su parte, invalida la línea como limitadora, multiplicando los bordes y
complicando las formas, evitando su aislamiento y contribuyendo a que la
ordenación se dificulte y a que una ligera vibración parezca adueiiarse de los muros. Presenta muchos aspectos y no un
tema preponderante. Las luces y las sombras se independizan de las formas,
penetrando en los interiores, entremezclándose con autonomía del material
constructivo. El estilo pictórico en arquitectura logra su mayor intensidad en
los interiores (interior de la iglesia de San Juan Nepomuceno, obra de los
hermanos Asam, siglo xviii, Munich).
Superficial-profundo.
La arquitectura superficial o plana es
aquella que no ofrece sensación alguna de profundidad, aun cuando
verdaderamente la posea, dado que se trata de una profundidad estructurada en
una serie de zonas, de diferentes planos situados simplemente unos tras otros
(Villa Farnesina, obra de Peruzzi,
siglo xvi, Roma). Existe,
asimismo, una decoración superficial que centra su interés en los paños de
pared y en los motivos planos (decoraciones realizadas durante el Neoclasicismo
por R. Adam). En oposición a la arquitectura
superficial, podemos hablar de una arquitectura
con profundidad que evita las impresiones planas y busca el efecto de relieve
mediante la intensidad de las perspectivas. Para acentuarlas, utiliza la luz y
las cesuras en los ritmos del trayecto (Scala Regia
del Vaticano, construida por Bernini, siglo xvii, Roma). La decoración podrá tener profundidad con la
ayuda de las pinturas ilusionistas y de los espejos que contribuyen a modificar
la realidad física de los límites reales del espacio interior del edificio
(Galería de los Espejos de Versalles, J. H. Mansart,
siglo xvii, Francia).
Forma
cerrada-forma abierta.
Si bien
en un principio debemos convenir en que todas las arquitecturas son de formas
cerradas o tectónicas porque eso está en su propia naturaleza, analicemos
ahora cuál es la impresión que producen, cuál la
imagen que dan. La arquitectura tectónica,
como denominaremos a partir de ahora a la definida por formas cerradas, se
caracteriza por la importancia dada a la estructura, por la imposibilidad
absoluta de desplazamiento y por el uso de formas delimitadas, bien cerradas.
Todo ello produce una sensación de plenitud, de satisfacción. Es propio de este
tipo de arquitectura el elemento geométrico y proporcionado, al igual que las
formas rígidas que les confieren impresión de quietud y reposo (Capilla de la
familia Pazzi, obra de Brunelleschi,
siglo xv, Florencia, o Palazzo
Comunale de Siena, siglos xni-xiV). Por el contrario la arquitectura atectónica,
o de formas abiertas, es la que, sin prescindir totalmente del orden, quiere
dar apariencia de libertad. Juega con la irregularidad y disfruta ocultando la
regla que la rige y que la arquitectura tectónica, su opuesta, gozaba en
comunicar. Usa formas abiertas, aparentemente macaba-das, desprovistas de
límites y que, en consecuencia, transmiten la sensación de no estar colmadas,
de no estar saciadas. Son formas fluidas que parecen tomadas del mundo orgánico,
formas que parecen haberse ablandado súbitamente, henchidas por una nueva vida
interior (son las formas del Modernismo: Gaudí,
Horta...).
Pluralidad-unidad.
En la arquitectura plural cada forma se expresa
con autonomía y su belleza se manifiesta con clara individualidad. Es obvio
que entre las diversas formas, aun individualizadas, existe siempre una cierta
complicidad que les permite formar un conjunto. Este fenómeno es, según Wólfflin, propio de lenguajes jóvenes que en sus primeras
etapas sienten aún la necesidad de precisar uno a uno los signos de su código.
Son arquitecturas plurales la griega o la renacentista. Por el contrario, la arquitectura unitaria es aquella en la
que prima el efecto de conjunto por encima de las formas singulares. Las
diversas partes de la composición arquitectónica se funden en una sola masa, en
el seno de la cual es difícil individualizarlas. Este tipo de arquitectura
tiende a acentuar alguna de sus partes, como por ejemplo los ejes centrales de
las fachadas, que se erigen en elemento preferente al cual quedan subordinados
los motivos restantes (Museo Guggenheim, obra de F.
L. Wright, 1956-1959, Nueva York).
Claridad absoluta-claridad relativa.
Estos
conceptos son equiparables a los de claro
e indistinto que son los que vamos a utilizar. El concepto de claro debe aplicarse a aquella arquitectura
en la cual la belleza es sinónimo de absoluta y comprensible visualidad. La
forma se presenta de manera abierta, en un contexto ordenado, de proporciones
geométricas fácilmente aprehensibles, de inmediata comprensión. Un ejemplo de
este tipo de arquitectura nos lo brinda aquella para la cual la belleza es sinónimo
de aparente confusión formal. Se trata de una arquitectura indistinta de la que puede decirse que posee una
claridad relativa. Luz, sombra, formas complicadas, interrupciones, múltiples
puntos de vista son algunas de sus características más destacadas. La
diferencia entre lo claro y lo indistinto no radica en una mayor o menor comprensibilidad,
sino en que ésta sea global, del conjunto o parcial (Teatro de la Residencia,
de François Cuvilliés,
1751-1753, Munich).