La duda de Santo Tomás



Relieve en piedra sobre un machón (trozo de muro en una arquería) en el claustro de Santo Domingo de Silos (Burgos) representando el episodio de la duda de Sto. Tomás referente a la resurrección de Cristo.



Formalmente podemos observar en esta obra algunas características definitorias del estilo escultórico Románico. Por ejemplo, observamos que se trata de un relieve plano, en el que no quedan destacados los volúmenes de los cuerpos. Este tipo de bajorrelieve plano es característico del Románico, aunque se observó, de modo general, una evolución desde formas planas en bajorrelieves hacia altorrelieves y plasmación de volúmenes, siendo ejemplo de lo último los magníficos relieves y esculturas del Pórtico de la Gloria realizados por el maestro Mateo en Santiago.

Otro rasgo destacable desde el punto de vista formal o estilístico es la disposición de las figuras, que aparecen superpuestas en varios niveles de altura, con lo que se pretende sustituir una perspectiva correcta. Es decir, no se representa la profundidad o, lo que es lo mismo, no se intenta captar el espacio. Para representar la “idea” de profundidad se recurre a un convencionalismo (visible también en la pintura de cacería de S. Baudelio de Berlanga, por ejemplo) de usar varios niveles de altura (a modo de imperfecta perspectiva caballera).

Ausencia de volumen y no representación del espacio son las dos características formales más importantes de las artes figurativas románicas, que evolucionan no obstante llevando a soluciones diferentes en el Gótico. Sin embargo, hay que destacar otros aspectos formales en esta obra habituales en la escultura románica: el carácter esquemático y carente de expresión de los rostros y cuerpos de los personajes, hieratismo, no relación entre los personajes,… También debe destacarse que todos los apóstoles, salvo Sto. Tomás adoptan la misma postura y tienen parecidos rostros: nos recuerdan las representaciones bizantinas con santos que aparecen de forma serial y monótona, sin relacionarse entre sí. Podemos ver también como el autor tiene dificultad en representar elementos de perfil, cosa que apreciamos en los pies de Cristo y los apóstoles de la fila de abajo, aunque aparecen correctamente en el caso de Sto. Tomás, lo cual nos hace dudar de una incapacidad técnica y nos explica simplemente que no era esa una cuestión de importancia para el escultor románico; pues para éste lo importante es expresar la idea, el tema, de modo que fuera comprensible. Esto nos lleva a explicar que la mentalidad de la época está impregnada de la filosofía platónica a través de S. Agustín, indicándose que los sentidos no captan la realidad sino la apariencia y siendo la primera la importante no es lógico ocuparse en demasía de la segunda.

Debe destacarse también el mayor tamaño de Cristo, recurso habitual en el Románico (tamaño jerárquico) o la adecuación al marco, aunque vemos como, rasgo poco habitual, sobrepasan dicho marco la mano de Cristo, una túnica y algún nimbo (destacar respecto a estos que se muestran frontalmente, sin perspectiva -el de Sto. Tomás es el mejor ejemplo- y que el de Cristo es crucífero como es habitual. Todos tienen el nombre del personaje y aparece S. Pablo).

Compositivamente podemos reseñar una cierta asimetría ya que la acción principal aparece a nuestra izquierda y se configuran dos grupos claramente delimitados por sus gestos o postura. Los nueve apóstoles de la derecha, en tres filas, repiten los gestos y posturas, como queriendo asomarse o mirar la acción principal. Un segundo grupo lo formaría Cristo y Sto. Tomás y los dos apóstoles de arriba, que varían la monotonía gestual del resto.

En cuanto al lugar en el que se representa la escena es una forma arquitectónica consistente en un arco de medio punto sobre finas columnas con capitel corintio y una cornisa con decoración de taqueado jaqués. En las enjutas aparecen músicos tocando instrumentos…

Todo lo que llevamos analizado nos lleva a comentar que esta obra puede considerarse un ejemplo característico de la escultura románica y más en concreto de los relieves típicos de los claustros y de sus capiteles. Los relieves románicos se encuentran preferentemente en fachadas, capiteles y claustros, con temas característicos en cada lugar. Así, en las portadas de las fachadas occidentales se representan temas como el Pantocrator o el Juicio Final; las demás portadas tienen otros temas bíblicos y en los capiteles y claustros los temas son más variados, siendo característicos los del Nuevo Testamento.

El tema que aparece es la duda de Sto. Tomás sobre la resurrección de Cristo, expresando que él creería si veía y tocaba las llagas de Cristo. Podría entenderse dicho tema como una alegoría o ejemplo de la necesidad de la fe, aunque los sentidos, imperfectos (obsérvese la curiosa analogía con el platonismo de la época), no nos permitan ver la Verdad: en el Románico la Fe está por encima de la Razón (en el Gótico veremos como la razón sí nos puede llevar al mismo lugar que la fe: aristotelismo).

Destacar también que la función de este tipo de obras no es “decorativa” sino didáctica, acorde con este tipo de edificio y sus ocupantes. El monasterio es el edificio característico del Románico, junto al castillo, y representa un espacio autosuficiente desde todos los puntos de vista, más relacionado a veces con los de su misma Orden que con las autoridades políticas. Sin embargo, entre las muchas dependencias debe destacarse el claustro, lugar donde el monje pasaba la mayor parte del tiempo paseando y orando. Estos relieves serían así una especie de recordatorio de los temas sobre los que debía reflexionar en su paseo y oración. Todo ello completaba la lectura y escritura que realizaban en la biblioteca, que junto a la iglesia forman los tres lugares más importantes desde el punto de vista religioso en un monasterio.

Reseñar por supuesto, que esta tipología o disposición de los monasterios y de sus esculturas tiene su origen en la reforma cluniacense y está por tanto bastante extendida por Occidente.

Concluir que, como ya se ha indicado, estas formas escultóricas van evolucionando llegando al Pórtico de la Gloria que prefigura ya el Gótico; siendo esta característica, la de evolucionar, una de las más injustamente olvidadas del Románico. El Gótico surge de un perfeccionamiento y constante estudio y afán de superación que deben ser destacados. Esta obra podría representar los comienzos (hacia el 1.100) y la Anunciación del mismo claustro (hacia 1.200) o la obra del maestro Mateo en Santiago el final de esta evolución en territorio hispano.